miércoles, 22 de enero de 2020

GLOOMY SUNDAY


. Las dudas y las certezas se acumulan en mi cabeza rápida y desordenadamente. Una antología de saxos del maestro Marsalis flota en el ambiente. El barman me sirve un boadas con ron, batido y bien rojo. Sorbos de melancolías de invierno en el atardecer de un domingo cualquiera.

Van pasando los minutos y las horas aquí dentro. Algunos nos damos un descanso del guerrero antes de volver al ring de la ciudad, esa jungla bajo el cielo formada por veinte mil calles repletas de asfalto y flores. Un mundo artificial creado a medida de dios sabe qué, donde tú, (ínfimo número escogido aleatoriamente) intentas darte forma con algún tipo de destino encajable en ese engranaje que no entiende de esperas comprensivas. Un obsesivo monstruo de mil tentáculos que por el bien de la civilización y en pro de su Dios, el poder, la patria, sus dogmas y demás verdades incontestables, es capaz de aniquilar cualquier elemento discrepante que aparezca. Mirar, pactar, gritar, engañar, rezar, quejarse, obedecer, competir, humillar, trabajar, trabajar y sentirte dignificado.  Esquivar la mala suerte o el golpe inesperado. Olvidarte de tus sueños y autoengañarte con la convicción de que estabas equivocado. Asfixia depresiva, bastarda y putrefacta, ya BASTA, déjame en paz, que te den.

 Respiro. La música ya es otra. La mujer del fondo va vestida de carmín buscando un beso de medianoche. Bebe gin, yo no, pues bien. Me dejo llevar y aparco la prudencia a un lado. Seguramente mañana vendrá el remordimiento a darme de ostias, pero si eso pasa, redimiré la culpa y teleportaré mi cuerpo, subiré hacia el norte aunque sea para perderlo. Y no se hable más.                       
                                               ( El Mingus )




1 comentario: