sábado, 25 de enero de 2020

FUTURO IMPERFECTO

(Parte de la historia extraída de las entrañas de algún año de juventud)


-Joder... ¿donde vas con tanto equipaje?. Te das a la fuga como un superhéroe de barrio, bandarra!

- Cambio de aires Pablito, que últimamente los planes no han salido bien.

- Nada tío, no te preocupes, el futuro es imperfecto y lleno de casualidades. Mira, las sorpresas rondan el jodido universo, ¿me entiendes?. Si tú! las sorpresas, esas pequeñas delincuentes dispuestas a alterar los destinos de cualquiera. Tú puedes crear un plan de forma minuciosa, empecinadamente perfecto. Pero no tío, los planes son como las matemáticas, hay que improvisar. Escríbetelo a fuego men, y serás happy como un pajarillo… Por cierto nene, déjame mil pavos que ando seco últimamente.

- Ya veo que tú también vas improvisando cabronazo.

- Joder men, ¿te crees que los grandes consejos que te ofrezco son gratis?

- Ja,ja,ja!, me parece que vas a tener que buscarte otro cliente para tu gabinete de psicología ambulante. Venga Pablito, nos vemos-Me escabullo del Pirata como puedo, 
pies pa que te quiero y desaparezco. 

Sigo la ruta del sur sobre largas carreteras. En la radio suena Sheryl, ella solo quiere un poco de sexo y diversión. No puede ser tan malo, ¿Cómo no va a hacerme feliz?.

 Olor a sal y viñedos, tipos suicidas y extrañas vampiresas bajo el sol. Veo mi sombra en el asfalto. Paro en el camino, gasolina, cigarrillos y a seguir. Allí esta Ella, comprando cervezas, chicles de menta y mirándome al salir. Pandoras prohibidas que nunca se olvidan. 

Dos maletas con vinilos, una bolsa con la ropa, coche de segunda mano y en mi cuerpo veintitantos. Gas a fondo hacia algún futuro imperfecto.

 ( El Mingus )


                        https://www.youtube.com/watch?v=ZHA_L63KSDk





                                    




EN LA ISLA


. Acantilados repletos de misteriosas leyendas. Vientos de tramontana. Densas nubes que bajan del cielo y lo tiñen todo de gris. Húmedo frío isleño que te cala hasta los huesos con la espuma del oleaje mojando mi cara. Yo muy joven, quizás demasiado para estar aquí.

Serpenteando la polvorienta carretera de la costa en los destartalados camiones, hemos subido bidones repletos de carburante. Ahora esperamos sentados en el inicio de las escaleras de piedra que mueren a tantos metros de distancia sobre el mar. El Feo, nos explica como en aquellos acantilados se llegó a suicidar la mujer de un capitán lanzándose al vacío. El Notas alardea de sus amoríos con extranjeras en los bares del puerto. Santiago insiste con la mujer del capitán, asegurando que su espíritu ronda errante algunas noches de invierno. Cascante golpea a Santi en el cogote. Un poco más allá, el sargento sigue de pie, escudriñando con los prismáticos la lejanía del horizonte. De esta manera van pasando ratos. En el transcurso de uno de ellos nos comunican por el sistema de radio que el avión está cerca. La noticia se confirma, el alado surca el cielo hacia nosotros y acaba aterrando en la planicie. Intercambiamos saludos solemnes con los pilotos, dispuestos a hacer un descanso en las dependencias de la casa. La logística se pone en marcha. Nos colocamos las mascarillas y conectamos la enorme manguera inyectora a la aeronave con el objetivo de preñar sus tripas de combustible.

Trabajo finiquitado. Cae el sol por el oeste. Nos tapamos los oídos y divisamos el despegue del aeroplano hacia su misión de Oriente. El polvo penetra en nuestros ciegos ojos.
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En aquella época, sin tan siquiera darnos cuenta, éramos cómplices y peleles de los maquiavélicos planes de aquellos poderosos dirigentes capaces de cambiar el destino de cualquiera con un simple chasquido de sus dedos.
                       ( El Mingus )


                                                  

                

MUSIQUEROS


Ensayaban en el húmedo y sudoroso sótano de aquella casa del norte de la ciudad. La electricidad se recogía clandestinamente desde cualquier farola de la Calle Esperanza. Tenían que tocar sus instrumentos sobre pequeñas plataformas de aglomerado para no electrificarse. Minutos, horas y días, descubriendo los misterios de la vida a través de palabras musicadas abrazadas de armonías entre notas con acordes que creaban las canciones de una banda sonora interminable.

Allí se escabullían los musiqueros de las miserias de la ciudad, sin nada que perder. Ardía en sus almas un salvaje deseo, tocar con los dedos el misterioso vuelo del pájaro inmortal. En la calle Esperanza vivían tres seres eléctricos, conjurados en ser sultanes del swing.

(El Mingus)