10. CANCIÓN DE BODA
Siempre había tenido animadversión a todas aquellas uniones obligadas a que un ente desconocido e impuesto por ese gran hermano que es el sistema, deba dar fe y legitimar una decisión personal e intransferible de amor incondicional entre dos personas. Pero ya es sabido que el paso del tiempo, hace que uno se desprenda de aquellas verdades absolutas de la juventud y se tienda a la perfección del pragmatismo ocasional como herramienta de vida.
Así que hoy es un día especial, María y Ray se han casado y el Pianista no puede sin mas que sentirse feliz. El festejo de boda está ubicado en una gran casa de Tarragona en las inmediaciones de la playa de Cap Roig, espacio cedido para tal ocasión por un conocido de Ray y que a juzgar por las pintas del tipo y la fastuosidad del lugar, acaudala empatía, dinero y poder a partes iguales. Las posaderas de Frank descansan sobre un taburete junto a la barra del fondo de una gran sala donde la decoración ibicenca juguetea con paredes de líneas suaves, el blanco y la madera hasta conseguir una perfecta armonía con el azul del mar. La Rosales, una gitana guapa y alegre, entra por la puerta vestida con tela de todos los colores. Con paso ligero y determinación se mezcla entre los demás y va directa a sus brazos. Celebra sonriente lo estupendo de la fiesta y la barbaridad de canapés diferentes que se reparten por las mesas, aunque apenándose por la falta de un buen jamoncito que llevarse a la boca.
Francisquito guapo, que haces aquí tan tieso “mi alma”.
Pasmao de lo guapa que vas Rosales.
jajaja…Ay payo… que Dios te vendiga aduladó.
Tú ya sabes Rosales que yo siempre digo la verdad, hasta cuando miento digo la verdad.
Ay truhán!, ¿porqué no te he conosío yo con quince años menos? -. Se mantiene muy cerca de él acariciándole con una mano. Con la otra atrapa la copa de vino y humedece su garganta con un trago. Pero ojitos verdes que esto está mu triste, que la cosa buena está ahí fuera. Vente conmigo anda, y échate unos tumbaos con los muchachos que ya se han arrancao por rumbas.
Es conocido que la Rosales nunca acepta un no como respuesta, así que los dos salen al exterior cogidos de la mano. La brisa del atardecer roza su piel, la gente baila y festeja despreocupada. En el centro de la pista está la novia, María, que después de dar a luz al pequeño Nico vuelve a tener una figura fantástica. Descalza y zarandeando su cuerpo baila delante de Ray, amante y cómplice perfecto.
El Pianista se une a los músicos del escenario. Observa como la atractiva pelirroja también disfruta de la juerga familiar. Se coloca las gafas de sol y se deja llevar por el tumbao caribeño de aquella rumbita buena. Es día de boda, que no se hable más.
“…La noche a mí me seduce y embruja mi fantasía
y es que la noche me inspira y es mi adorada enemiga.
No estamos locos, sabemos lo que queremos
Vivir la vida como si fuera un sueño
que nunca termina, que se pierde con el tiempo…” (Ketama)
"Moondance cap. final" por El Mingus